jueves, 18 de junio de 2009

Hoy no están las palabras


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Escribir, escribir... pero qué obsesión. Abro una cerveza y me quedo viendo la pantalla de la computadora en blanco, en blanco la hoja y en blanco el cerebro. Volteo para todos lados buscando con qué distraerme para no aceptar mi derrota. Un libro de cocina asiática, no, no...leer las amenazas en el bote de cerveza, tampoco, no...mirar por la ventana, no se ve nada, está clausurada, ya dejó de ser ventana. Tal vez lo mejor sea que me ponga a buscar el hilo dental que no encontré por la noche. Las palabras hoy no están donde las puse. Rascarme la cabeza siempre me saca de apuros en estos casos y puedo hacerlo por horas. Opto por esto último y me tiro a la cama. Ya nos veremos las caras después.


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Tengo ganas de moverme, ver esta casa y estos árboles resecos desde otro ángulo. Ángulo lunar, claro.

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Sigue todo en blanco. Nininini ya llegó y no hay qué comer. Ahora en la tarde hay lectura en la escuela de Letras. Todo es importante, yo nunca discrimino nada ni a nadie. Serían pendejadas. Hay que salir. Clonazepam para los desvaríos, pero qué gueva cargar con el frasquito para los amigos. La pantalla se pone en negro, pateo el mouse desde la cama. Sigo.

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Nininini fue al doctor y no le he preguntado cómo le fue. Me muero por un perro, pero uno de verdad, de esos que muerden. Y no es que no me baste con mi gato Manolo, Francisco, Cotys, ha tenido muchos nombres, incluso dos nombres al mismo tiempo y él ni se inmuta, qué chingados le va importar ¡es un gato! Pero sí, me urge amor perruno.

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Sigo en la cama con la mano en la cabeza. Autopiojito se le llama a esto y es posible, sólo tienes que desentenderte de tu mano y listo, es como si ese dulce doncello o ese viejo barbado e impetuoso (cuestión de gustos) te acariciara los cabellos, mientras tú esperas a que lleguen solas las palabras en vez de pararte a buscarlas. Autopiojito. Pateo de nuevo el mouse. Ya no llegaron y hay que salir. Nininini enciende el carro, salgo corriendo dejando poemas inéditos tirados en el porche, en la banqueta... y camina una palabra por la calle, en dirección opuesta a la mía, claro.

4 comentarios:

Bruno Di Benedetto dijo...

Me gustó lo del autopiojito! Yo hace semanas que estoy así, tres proyectos empezados y ni una palabra que valga la pena ser escrita. Habrá que tirar del hilo dental para salir del laberinto... Fidelia, celebro haberme encontrado con tu lucidez y tu fino sentido del humor. Tus poemas son muy musicales. Me gusta muchísimo esa fluidez armónica tan escasa en la poesía argentina.
Abrazo

Fidelia dijo...

Gracias Bruno, estoy por mandarte unos poemas a tu correo, como quedamos, y sigo deleitandome con tus geniales relatos, están muy divertidos. No pierdo la esperanza de encontrarme por ahi a los López Stromboli. Un beso fraternal.

Blas Barajas, escritor dijo...

fidelia, había perdido tu blog y hoy que lo encuentro me topo con el autopiojito y con un gato que tiene muchos nombres. Pienso que ya hora de cambiar el mío: seré Blas Bajaras, qué te parece?
Saludos, guapa. Me gustaría verte alguna ves por mi blog de bajo presupuesto y tercermundista. Besos.

José Manuel Vivas dijo...

Hola Fidelia, me gustó mucho leer tu comentario en mi blog (La palabra vertical), y que oportuno leer tu post y ver que coincidimos en este sopor que ausenta las palabras y el verso, que nos lanza a la calle o a la cama para buscar entre los sueños o el asfalto ese poema que nos huye, tal vez porque nos conoce y no quiere trato con poetas tan atrevidos... ¿o tal vez no?. Te apunto en mis preferidos y espero verte por "la palabra vertical", será un encuentro de desencuentros (¡¡que lío!!)