viernes, 17 de julio de 2009

Quiero descansar















Te he llorado cuatro años, pero debo terminar con esto. No quiero. No quiero soltar la consistencia de tu mano, la afición a tu palabra. Me haces tanta falta, Héctor. Vivo crónicamente en un rincón de tu cocina, entre las piedras del patio, en el vacío de la alberca retirada, en el recuerdo del Tyson y la Morris.
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No sueño otra cosa que no sea tu casita Monroe y los Boteros aferrados a tu tierra y ventanal que engaña. Sigues siendo lo mismo. Acudo siempre a tu cobijo firme, como la hoja endeble acude al cobertizo, como va la mano en el invierno hasta el bolsillo, el músculo cansado al recoveco.
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Pero hoy quiero decirte: ya no.
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He luchado cuatro años en soledad y a solas. Quiero verte vivo y no hay manera. Existo divagando con la rabia sublime de que estás, que la vida que he llevado es una perra pesadilla, con guiones, manuscritos y líneas suprimidas.
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Hoy sólo quiero decirte: adiós.
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Voy a enterrarte, Héctor, cariño, aunque no lo creas. Te he extrañado tanto que he dejado de pensar. Vivo de noche y agonizo el día. He recolectado cosas tristes, he acumulado ataques masivos de pánico, simulacros superfluos de muerte, bautizos actuales de antiguas ofensas.
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Papiroflexia. Construye una nube, un avión fantoche donde se pierda tu alma volando, un avión templado que te acerque al resplandor de la verdad, que vuele en domingo, que te lleve de mí. Un avión pomposo que tumbe naranjas y amoneste abejas.
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Pero, Héctor, la piedrita, ponle una piedrita en la punta para que alcance más vuelo. Ya te miraré después, ya me contarás.
Pero hoy te digo: adiós, que descanses, papá.

miércoles, 8 de julio de 2009

De Cucas y Charlatanes


Como son las cucarachas, ¿no?, conscientes de su empaque repulsivo, impulsan sobre sus patas su asquerosa barbarie para no ser vistas, conocedoras de que cualquier cosa que se haya movido o esté irrumpiendo en su actual recinto, tiene ojos que miran y esos ojos tienen alma (no todos, ni muy fina) y el alma se agolpa en el pecho y el pecho menea el estómago y éste implanta jugos gástricos obscenos y los jugos escalan al juicio y el juicio le ordena a la sangre matar, cuando hemos visto algo asqueroso, en este caso a ellas y ellas conocen perfecto este juego.
No sé por qué me recuerda el juego que saben jugar también, a la perfección, los políticos cuando son sorprendidos en alguna estafa, engaño, timo, fraude, asesinato con dolo o sin él, léase Bours y toda la bola de cucarachitas a caballo y con sombrero que corrían felices por el campo.
Así como hacen las cucas, que sabedoras de su vil fachada e insalubre desaseo, corren como pedo que lleva el viento a encontrar resguardo seguro cuando les encienden la luz, así merito se condujo Bours cuando las llamas de la guardería iluminaron el cochinero de subrogaciones que traía entre las patas, y no me refiero a las patas del caballo, sino a las patitas de cucaracha ramplona con las que sostiene su rústica humanidad, si algo de humano ha de tener. Qué lindo, una cucaracha regalando ponies.
Así se condujo, dándose estrellones contra todo y todos, como las cucas contra los muebles de la cocina. No le quedó más remedio que comportarse como el verdadero hijoeputa que es y sacar la casta roñosa de todas las generaciones de priístas que nos han manoseado durante años, al condicionar la indemnización a los padres que perdieron a sus hijos, va el dinero pero no demanden a nadie, dejen todo en nuestras patas.
Cómo son las cucarachas, ¿no?

viernes, 3 de julio de 2009

No se trata de zoofilia, lo juro!


Será para algunos una tontería, para otros no tanto; pero hoy he estado llorando, literalmente, así, con los ojos, llorando dolorosamente por tener un perro. Un perro que me abrace, que me bese, un perro para yo abrazarlo, besarlo; que me mire con sus ojotes de perro y me pida perdón, y yo pedirle perdón también y siempre perdonarnos. No uno pequeño, no uno de esos falderos que no te permiten dar paso y que incluso pueden provocarte una caída grave o semi grave cuando se te enredan en los pies en busca de atenciones; no, los pequeños casi no tienen cuerpo qué abrazar, ni hocicos largos qué besar. Tampoco un perro demasiado grande, sería injusto para los dos; esta casa es muy pequeña, el patio no soportaría las interminables cuachas y litros de meados de un perro descomunal. Aunque claro, un perro gigante sería el ideal para satisfacer mis necesidades emocionales de amor canino, sería perfecto: cuerpo grande, hocico generoso; hasta podría ponerlo en dos patas y bailar con él de vez en cuando. Tampoco la cama, mucho menos Nininini soportarían una tarde de movies con él a los pies. Entonces, un perro de estatura mediana, pelito corto, que no cague mucho y orine menos; el color del trajecito de peluche que nunca se quitan no importa, pero si es de color liso y no a rayas o estampados, mejor. Verdaderamente que lo necesito, nunca había necesitado tanto a alguien (conste que el "alguien" es deliberado). Que sea enojón, pero no conmigo, ah, y que le gusten mucho los gatos.